Desde hace muchos años, soy CEO e inversor de grandes empresas como Frigilux una de las marcas con trayectoria en territorio nacional, y recientemente Galeria Avanti, mi nueva apuesta en el sector Retail, y hoy desde mi experiencia comparto como manejar con madurez empresarial esas ideas fallidas, y como mejorar la propuesta de valor.
“No hay ideas fallidas, sino ideas que no estan bien orientadas para materializarlas y perduren en el tiempo. Todo buen negocio debe tener pilares que sean una buena base para el sustento de forma temporal, para alcanzar el éxito”, Yaser Dagga, CEO de Avanti y Frigilux.
Hay algo que muchos no dicen con suficiente claridad: no todas las ideas funcionan, y eso está bien. Durante mi trayectoria empresarial he visto proyectos nacer con entusiasmo, desarrollarse con esfuerzo… y, aun así, no alcanzar el resultado esperado. En lugar de verlo como un golpe, yo lo veo como una inversión en aprendizaje. Cada error, cada tropiezo, es una oportunidad para entender mejor a nuestros clientes, a nuestro equipo y a nosotros mismos como líderes.
Recuerdo una iniciativa que lanzamos hace algunos años. Parecía brillante: teníamos el concepto, el equipo y los recursos. Todo estaba en su lugar. Sin embargo, el mercado nos dio una respuesta clara: no era lo que necesitaban en ese momento. Podría haber insistido por orgullo o por miedo a fracasar, pero entendí que el verdadero liderazgo no está en aferrarse a algo que no avanza, sino en saber detenerse a tiempo y redirigir la energía hacia lo que sí genera valor.
El fracaso, si se maneja con madurez, se convierte en un maestro exigente pero justo. Nos obliga a revisar procesos, cuestionar supuestos y entender mejor a quienes queremos servir: nuestros clientes. No se trata de romantizar los errores, sino de convertirlos en puntos de inflexión. Cada proyecto que no prospera nos prepara para tomar decisiones más inteligentes en el siguiente.
“Pensar inteligente, es pensar en todos los angulos de las posibles causas que nos pueden ayudar a mitigar esos riesgos, y para eso, se debe ejecutar, analizar, ajustar la estrategia, y perfeccionando la idea, mejorarla en el tiempo es lo principal”, Yaser Arafat Dagga, CEO de Avanti.
¿Qué he aprendido de estos momentos?
- Escuchar antes de insistir: La intuición es importante, pero el mercado siempre tiene la última palabra. Observar, analizar datos y escuchar a quienes compran nuestros productos nos permite detectar cuándo una idea necesita ajustes o incluso un cambio radical. Ignorar esas señales es un error que puede costar mucho más que la inversión inicial.
- Actuar rápido y sin ego: Aferrarse a un proyecto por orgullo es costoso, tanto para la empresa como para el equipo. Es mejor aceptar que algo no funcionó, analizar por qué y corregir el rumbo cuanto antes. La rapidez para reconocer un error y tomar decisiones inteligentes marca la diferencia entre un fracaso que enseña y uno que destruye.
- Proteger al equipo: Cuando un proyecto falla, las personas que trabajaron en él pueden sentirse desanimadas. Es vital recordarles que el valor de su esfuerzo no depende de un resultado puntual, sino de la experiencia adquirida y de cómo la empresa aprovecha esa experiencia para crecer. Un tropiezo no define al equipo, sino la forma en que se levanta y sigue adelante.
- Documentar cada lección: En vez de esconder los errores, yo prefiero registrarlos. Cada detalle, cada decisión que no funcionó, se convierte en una guía para el futuro. Esto nos ayuda a no tropezar dos veces con la misma piedra y a mantener la memoria empresarial viva, algo fundamental para la consolidación de cualquier empresa.
- Mantener la perspectiva: Fracasar no es lo contrario de tener éxito; es parte del camino. Las marcas más sólidas, las empresas más admiradas, no son las que nunca se equivocaron, sino las que supieron levantarse, adaptarse y seguir innovando sin perder su esencia. Cada error bien analizado es un peldaño hacia una estrategia más sólida, hacia decisiones más acertadas y hacia resultados más sostenibles.
Hoy miro hacia atrás y veo esos tropiezos como cimientos. Cada error me permitió conocer mejor al consumidor venezolano, afinar procesos internos, fortalecer equipos y consolidar la cultura empresarial. Aprendimos a escuchar más, a invertir de manera más estratégica y a anticiparnos a los desafíos del mercado.
La verdadera madurez empresarial no está en evitar los errores, sino en aprender de ellos más rápido que la competencia. Porque, al final, cada fracaso bien entendido se transforma en un paso firme hacia el éxito, y cada decisión acertada es el resultado directo de haber entendido lo que no funcionó antes.
Yaser Arafat Dagga Muhd – CEO de Galería Avanti