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Por Yaser Dagga

Ningún empresario comienza un proyecto pensando en los riesgos, pero todos terminamos enfrentándolos. He comprendido que la diferencia entre una empresa que sobrevive y una que se estanca no está en evitar los problemas, sino en cómo se prepara para ellos.

La gestión de riesgos no es una tarea administrativa: es una mentalidad empresarial. Es aprender a anticipar, responder y adaptarse sin perder el rumbo.

Anticipar lo que otros no ven

El primer paso para manejar el riesgo es ver más allá del día a día.

No se trata de ser pesimista, sino de observar los posibles escenarios con realismo.

En Frigilux, por ejemplo, prever cambios en la cadena de suministro nos ha permitido reaccionar antes que la competencia.

Anticipar implica hacerse preguntas incómodas:

  • ¿Qué pasaría si un proveedor clave falla?
  • ¿Si cambia la demanda del cliente?
  • ¿Si una tendencia tecnológica vuelve obsoletos ciertos productos?

Las empresas resilientes no son las que evitan el riesgo, sino las que piensan en él antes de que ocurra.

Diversificar sin dispersarse

Depender de una sola fuente, un solo producto o un solo canal de distribución es un riesgo innecesario.

La diversificación inteligente no es hacer de todo, sino tener alternativas reales. En Galería Avanti, cada categoría está pensada para distintos públicos. Eso nos permite mantener el equilibrio incluso cuando un sector del mercado atraviesa cambios.

En cualquier negocio, la diversificación es una red de seguridad estratégica: si una línea falla, la empresa sigue en pie.

Planificar escenarios: el arte de los “y si…”

Una herramienta que recomiendo siempre es el análisis de escenarios.
Consiste en imaginar rutas posibles:

  • El escenario optimista (todo sale bien)
  • El escenario realista (con desafíos moderados)
  • El escenario crítico (cuando las cosas se complican)

Este ejercicio obliga a la empresa a pensar con claridad y preparar planes de acción. Así, cuando algo inesperado sucede, las decisiones no nacen del pánico, sino del criterio.

Construir equipos preparados para adaptarse

El liderazgo se demuestra en la reacción del equipo ante lo inesperado.
Formar personas con pensamiento flexible y criterio propio es tan importante como tener buena infraestructura.

En Avanti, cuando surge un cambio, una marca nueva, una logística diferente o un ajuste en la operación, lo primero que hacemos es capacitar y comunicar. La información permite que el equipo actúe con seguridad y autonomía.

Un error común es centralizar todas las decisiones en la gerencia. La verdadera resiliencia ocurre cuando cada nivel del equipo sabe cómo actuar ante lo inesperado.

Tener un fondo de contingencia (y disciplina para no tocarlo)

Pocas cosas dan tanta tranquilidad como saber que hay un respaldo preparado para una emergencia. El fondo de contingencia, financiero o logístico, no solo protege, sino que da margen para pensar con calma.

He visto empresas tomar malas decisiones por falta de tiempo para reaccionar. Un respaldo permite mantener la cabeza fría cuando todo alrededor se mueve rápido.

Resiliencia como hábito, no como tarea

En Frigilux, recuerdo un año donde un retraso inesperado pudo paralizar la producción. No usamos un “checklist de emergencia”, sino que nos enfocamos en adaptarnos rápido: reestructuramos procesos internos, comunicamos al equipo cada decisión y encontramos soluciones que no estaban en el manual. Aprendimos que la resiliencia no es tener un plan escrito, sino saber reaccionar sin perder la esencia del negocio.

En Galería Avanti, cada temporada alta nos recuerda que los cambios de último minuto son inevitables: un proveedor que no entrega, un producto que se agota antes de tiempo o una tendencia que llega más rápido de lo esperado. La diferencia entre una experiencia exitosa y una frustración para el cliente está en la anticipación consciente y la flexibilidad operativa. Aquí, la resiliencia se traduce en ajustar sobre la marcha, mantener la calidad y cuidar la confianza del cliente.

Si algo quiero que quede claro es que la gestión de riesgos no se aprende en un curso ni se implementa como un documento de oficina. Se aprende con la práctica, con errores, con decisiones difíciles y con la constancia de querer que tu empresa sobreviva y crezca sin comprometer su identidad. Cada crisis es una oportunidad para fortalecer procesos, equipos y liderazgo.

La verdadera fortaleza empresarial no está en eliminar riesgos, sino en construir empresas que puedan moverse, reaccionar y prosperar ante lo inesperado, siempre con visión, liderazgo y criterio claro. La resiliencia se convierte así en un hábito diario, no en una tarea: observar constantemente el entorno, mantener flexibilidad, formar equipos autónomos y aprender de cada desafío.

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